¡Hola a todas y todos! Estoy en Comendador, capital de Elías Piña, a más o menos un kilómetro de la frontera con Haití. Llegué ayer a eso de las cuatro y media de la tarde y ahora les escribo desde un centro de computadoras con internet gratis y super lento de esos que instala Indotel en los pueblos. Queda justo al frente de la escuela, pero al parecer no siempre está abierto ni siempre hay luz. Aprovecho para hacerles un recuento sobre el inicio de mi experiencia.El viaje hasta aquí fue de cinco horas apretada en una guagua que salió del parque Duarte y con la mochila pesadísima sobre las piernas. Llegué desbaratada. En el camino, el cobrador se peleó con un haitiano y medio se fueron a pedradas, pero no le pasó nada a ninguno. La gente de la guagua miraba el espectáculo enchinchando y riéndose. Entrando al pueblo se ven a lo lejos unas lomas con humo saliendo de distintos puntos. Me dice la hermana Mayra, directora de la Escuela de Fe y Alegría con la que vine, que es quemando árboles para hacer carbón y que no hay control sobre eso, que sólo Candelier le puso control cuando estaba en Foresta.Hoy empecé las clases con el grupo de octavo, con séptimo empezaré mañana. Me fue muy bien, mejor de lo que esperaba. Los muchachos se interesaron en la lectura y participaron en la discusión. También duraron 15 minutos escribiendo en silencio, con pocas excepciones, lo que me parece ya demasiado bien. Me sentí orgullosa de inspirar respeto. En verdad estaba nerviosísima pero me aseguré de no dejarlo ver. Una de las chicas me escribió al final de su redacción: "Fue un placer trabajar con usted Virginia", y esa frase me vale para las dos semanas que estaré aquí. El nivel del grupo es bastante adecuado. En verdad, no sé muy bien cómo evaluar las condiciones de los alumnos y la escuela, todo depende de los parámetros. Son 40 y hasta más por curso, algunos son muy humildes. La escuela está en pleno centro del pueblo y se escucha la bulla de los motores y el mercado. El recreo es en la calle de la escuela, que cierran en horas de clases. Se les ofrece un pan a cada niño y abajo en la calle venden dulces y chucherías. Para que tengan una idea de por dónde andan las aspiraciones de los jóvenes, esto fue lo que escribieron algunos sobre sus aspiraciones: ser pediatra, psicólogo infantil, pelotero, atleta corredora, bailarina, cantante, presidente (para cambiar el país) y una dijo que quería ser una gran turista. Los profesores van en camisa y hasta en saco (tenían razón los que me advirtieron que pensara en la formalidad). Después de Community, no creo que pueda nunca dar clases en saco, pero al menos trataré de cubrirme los hombros. Los lunes y los viernes está el mercado binacional. Es lo que mueve la economía de aquí y es todo un evento, me recordó los mercados de Pekín, en China. Aquí venden todo: ropa, zapatos, accesorios, comida, materiales de ferretería... lo único que no encontré fueron libros. La mayoría de los vendedores son haitianos que traen su mercancía en sacos sobre la cabeza o cargada en burros y mulas, a pie desde el pueblo del otro lado. El mercado hay que verlo, gente por todas partes, tirada en medio de la mercancía que se riega sobre el piso de tres, cuatro o cinco calles. Andando por entre el desorden cada respiro huele diferente: grajo y sudor, limón, pollo, grajo, recaíto, sazón, plástico, grajo... en fin. También tienden lonas azules para proteger del sol. Los que quieran sus zapatos me pueden ir mandando sus números, la marca que quieren y el presupuesto máximo, que aquí anda en 200 y 300 pesos…Bueno nada, tengo más cosas que contar (como que hoy almorcé junto a cinco religiosas carmelitas... no se imaginan todo lo que me pasaba por la cabeza), pero no tengo mucho tiempo. La familia donde me quedo es super acogedora, son una pareja un poco mayor, como a diez minutos o menos caminando de la escuela. Me prepararon una habitación para mi con una cama grandota y la señora, que se llama Marta, me añoña muchísimo. El único momento un poquito raro fue cuando el esposo, Antonio y le dicen Pirín, mencionó que el único presidente que pensaba en los pobres había sido Balaguer. Yo sólo comenté que había sido muy corrupto y no insistí más. Trataré de no volver a hablar del tema. Ella, Marta, es muy religiosa e imparte catequesis a los jóvenes. Aquí todo el mundo parece ser muy religioso, yo sólo me quedo callada, pregunto y escucho. Espero que los temas y los textos que voy a analizar con los muchachos no generen problemas en ese sentido.
Tengo señal Orange nítida, así que me pueden llamar, preferiblemente a partir de las seis porque todavía no sé si daré clases también en la tanda de la tarde.Un abrazo a todos y todas, seguiré escribiendo cuando tenga chance.
Los quiero mucho,Virgi(31 de marzo, 2008)